jueves, 10 de junio de 2010

Exceptuando las excepciones, o algo así... ¿quién sabe?

Está bien.
Debo admitir que a veces, y sólo a veces (vaya a saber uno a cuántas veces me refiero, como si decir "a veces" indicara alguna cantidad determinada...) soy un poco (quién sabe qué es poco en mi cabeza) perna.
Amo las reglas.
Está bien.
También creo que romperlas (algunas, no todas, no abuse, frescolín) a veces (uff) es necesario, es humano y es mágico.
Cosas muy bonitas generalmente se logran sólo rompiendo reglas (no me haga ejemplicar por favor, le doy un par de minutos si quiere para que piense en sus propios ejemplos y se dé cuenta de esto).
Está bien.
Pero sí creo que la mayoría de las veces (mayoría, sí, más de la mitad, quizás bastante más, ¿quién sabe?) hay que seguirlas y hacerles caso a esas, las mandonas pesaditas (en realidad, ¿qué se creen?).
O puede ser (es una posibilidad ah, no lo estoy afirmando, aunque quizás es la manera de afirmarlo sin hacerlo, nunca se sabe) que en realidad me dé miedo, mucho miedo hacerlo, eso, romperlas.
Está bien.
También soy un poco mamona.
Pero bueno, siempre he pensado... para algo estarán, ¿no?
No se confunda tampoco, soy un ser pensante bastante activo (dentro de todo lo activo que se puede llegar a ser sin salirse de la cabeza) que tiene bastantes (sí, hartas) opiniones propias que no siempre (pero sí a veces <...>) están de acuerdo con ciertas cosas establecidas.
Y creo que también (también, porque a la vez puedo hacer otras cosas, ¿quiere un ejemplo? puedo bailar también, dormir, escribir, leer y lavarme los dientes) puedo imponerme (oh) sí, y llevar la contra bastante dignamente.
¿Dónde iba?
Ah sí, no sé si se lo había dicho, pero a mí me gustan las reglas.
Nunca (afirmo basándome en lo que mi memoria ha retenido, pero vaya a saber usted si no hay un par de cositas que se tiene guardadas y que no me quiere mostrar más... atrevida la memoria, no sé qué se cree) he sido de las personas que se porte mal por el simple hecho de portarse mal.
De esas que encuentran placer en llevar la contra.
No... no.
No creo (quizás estoy equivocada, imagínese usted) que ese sea el objetivo correcto de nuestras intenciones.
Y es por eso que nunca (vamos memoria, tú puedes) he roto reglas sin una justificación que sea justificadamente justificada... en todo lo que la justificación justificadamente justificada significa, ¿me entiende?
Sí, las reglas son buenas.
Son buenas, bonitas y redondas (así me las imagino, ¿algún problema? usted si quiere puede imaginarlas como se le antoje, si quiere también le doy otro ratito para que las imagine a su pinta).
La cosa es que (a esta cosa me refiero, no se confunda, porque existen muchas cosas en este mundo... quizás demasiadas; existen reglas, cubrecamas, zapatos y el pasto... ¡imagínese usted!) tampoco he simpatizado mucho con este tipo de personas.
Ese tipo que no piensa como yo (en el caso de que yo lograra descrifrar los pensamientos de las demás personas. Aunque a veces creo que puedo, a veces creo que estoy un poco loca también), ese tipo de personas que rompe las reglas porque de esta manera se siente mejor, quizás mejor que el resto (quizás debamos adquirir una máquina descifradora de mentes ajenas... y una de mentes propias de pasadita, no estaría nada de mal) y que no lo hace porque sienta que deba hacerlo, porque piense de una manera distinta (¿se entiende? distinta = no la misma), sino que lo hace por la simple (vaya a saber usted si es compleja, en una de esas...) satisfacción de llevar la contra.
Gente bastante... cómo decirlo...
Pendeja, desde mi punto de vista (¿me sigue? yo tengo un punto, y este punto tiene vista, tan simple como eso).
Y por el contrario, me gusta mucho la gente que piensa un poquito más parecido a mí en este aspecto (y en otros también ah, por ejemplo, me gusta la gente que también se imagina las reglas como algo redondo), quizás porque a veces pienso que están un poquito en extinción... Estas personas sí, como que están desapareciendo (o quizás azarosamente sus perros las han envenenado, no hay que malpensar).
Ahora, a lo que quería llegar, es que últimamente (aunque comienzomente también) me he dado cuenta de que me gustan mucho las excepciones a la regla.
Me gusta la gente virgo que no parece virgo (aunque amo a los virgos de verdad), me gusta la gente que se ve de una manera pero es de otra, me gustan las galletas de figuritas que vienen rotas en el envase.
Casi todo (o todo, nunca se sabe) tiene excepciones.
Y a mí me gustan muchas de esas excepciones (o quizás todas, vaya usted a saber).


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